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Cómo reconocer y tratar la adicción a los videojuegos

Los juegos de video ocupan gran parte de la vida de los menores. En qué momento dejan de ser una simple actividad de diversión para convertirse en un problema.




Computadoras, consolas o teléfonos celulares, cualquier dispositivo es válido para los niños, adolescentes y también adultos que se sienten atraídos por los videojuegos. Sin embargo, el simple pasatiempo puede mutar en problema cuando el usuario es capaz de dejar de lado sus estudios o la vida social y familiar para no interrumpir su juego.



La esencia de los juegos es premiar la permanencia y el esfuerzo, dando recompensas en forma variable. Un mecanismo propio de -por ejemplo- las máquinas tragamonedas, que incita la compulsión y genera adicción en las personas más predispuestas. En pruebas de laboratorio con ratones, al enfrentarlos con una palanca que al usarse libera comida en cantidades aleatorias, la respuesta es la misma: la usan compulsivamente.



Los videojuegos no son la excepción. Los escenarios que plantean facilitan la inmersión en un mundo de fantasía. El usuario se identifica con situaciones y personajes a la vez que se va desconectando de la realidad, según comentó el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat. "La música que se repite en loop y los efectos sonoros contribuyen al efecto hipnótico", agregó el especialista.




Las estadísticas de adictos a los videojuegos reflejan una mayor prevalencia de varones jóvenes, de entre 10 y 35 años de edad. Por lo general, estos sufren de dificultades en la integración e interacción social. Aunque los juegos en línea permitan compartir y competir, el mundo virtual los lleva a resguardarse más y preservar el aislamiento.

La respuesta neuroquímica y psicológica son equivalentes en otros tipos de conductas que se terminan transformando en adicciones. "Está comprobada la sensación placentera por la liberación de dopamina en el cerebro y la reducción de ansiedad ante la posibilidad de jugar. Ambas respuestas están presentes en todas las adicciones".


Para el experto, existe un perfil psicológico del propio adicto: "Las diferencias personales se evidencian en la elección del juego. Algunos, en los que básicamente se trata de matar y matar, encontrarán un ambiente propicio para la vehiculización de ansiedades relacionadas con sus dificultades en el manejo de la agresión. En los juegos de estrategia y construcción de mundos paralelos, la acumulación de riquezas, de herramientas mágicas o de rasgos de prestigio refuerzan defensas personales generando una ilusoria mejoría de la autoestima. Desde ya, las patologías disociativas, del espectro esquizoide o autista están en mayor riesgo", aseguró.




En ese sentido el especialista señaló la importancia de observar algunos signos y síntomas específicos:



– Superar las 25-30 horas de juego semanal.



– Necesidad irresistible de jugar y/o respuestas emocionales intensas cuando esto no es posible.



– Debilitamiento del rendimiento escolar o laboral por el juego.



– Marcadas expresiones de ansiedad o euforia durante la actividad.



– Empobrecimiento de los vínculos sociales y de los intereses en general fuera del juego.



– Dificultades en el dormir u otros cambios de hábitos significativos.




¿De qué manera proseguir en caso de presentarse estas situaciones? Horvat destacó que al igual que toda adicción, el juego es sólo la parte visible del problema, por lo que prohibir el uso o esconder las consolas no resuelve la cuestión de fondo.



"Existe siempre una personalidad subyacente sobre la que se debe trabajar. Por algo, millones de personas juegan sin problemas y sólo una minoría es adicta", explicó. Y concluyó: "Es necesario consultar y pensar el problema tanto desde la perspectiva personal como familiar, ya que la participación y apoyo del entorno será fundamental para la buena evolución".

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